2.09.2014

El mito ¿una forma de filosofía?


Desde que el humano comenzó a pensarse, a interpretar y significar su entorno, a buscar explicaciones a los sucesos que para él no eran comunes; comenzó a crear filosofía. Mircea Eliade, en su libro El mito del eterno retorno, nos otorga una excelente visión de esta forma de filosofía.
Eliade, a grandes rasgos, nos dice que las imágenes tienen una gran variedad de significados, que son plurisémicas; los mitos, al evocarnos a una imagen, es decir, la descripción de un dios junto con su jerarquización teológica, nos remite a una idea, esta idea es construida por lo que está representando el dios (dioses de la guerra, de la lluvia, del fuego, etc.). Un mito que narra la historia de algún dios que realiza alguna acción es más que una historia útil para entretener, está significando algo más que la acción, esto quiere decir, que si se toma en cuenta la variedad de significaciones que se le pueda dar a una imagen, encontraremos que quien hizo aquella narración, tenía una idea acerca de ciertos problemas filosóficos.
Claro ejemplo de ello, puede ser encontrado a través de los textos antiguos. Es fácil vislumbrar que desde hace más de 2500 años el hombre ya hacía filosofía. Para este ensayo utilizaremos como referencia El código de Hammurabi, El libro de los muertos y Política del Amor Universal.
El código de Hammurabi, es el texto más antiguo que se ha encontrado, cabe destacar que es curiosamente un texto jurídico, lo que quiere decir que ya había una necesidad de justicia, como una noción de ella. Está escrito en una gran estela que se conserva en el museo de Louvre. Hammurabi, se legitima argumentando su designio divino, él es quien fue el receptor de la tarea de para asegurar la felicidad de las personas, el encargado de impartir la justicia[1], por lo tanto, difunde en el lenguaje del país[2] sus leyes. Lo importante de esta legitimación es que no reside completamente en un acto maquiavélico de control o imposición ante los otros, pues como se señaló anteriormente, cada dios de cualquier cultura antigua, forzosamente significa más que la pura imagen o lo que representa aquel dios. Hammurabi dice que aquel que las rompa, será castigado en vida y después de la muerte por los dioses. Otorga libertad a sus súbditos, empero, especifica qué tipo de actos violentan la libertad de otra persona. Escribe “en el lenguaje de” Ahora bien ¿qué abarca la concepción de justicia para Hammurabi? ciertamente hace hincapié hacia la equidad, condenando gravemente los actos de tiranía, de aprovechamiento malicioso. Hammurabi desprecia el robo, el escatimar esfuerzos para conseguir cierta cosa, castiga la negligencia y abarca ciertos casos específicos donde se puede nombrar un responsable que responda ante daños incidentales o provocados, rechaza la mentira y la difamación, desprecia que el fuerte abuse del débil, desprecia la pederastia, lo que nos está evidenciando claramente un complejo sistema moral y ético, al ser estos principios, vigentes hasta nuestros días. La lectura de este texto nos muestra, de la misma forma, que ya había un “sistema de clases”, y que habían reglas específicas para cada tipo de clase así como una sociedad sumamente compleja; las mujeres pueden aspirar a cargos religiosos y quienes no los llevan, pueden contraer matrimonio los cuales son regulados por las leyes; los hombres libres poseen derechos y también obligaciones, son los primeros que deben guardar el orden; evidentemente el sistema no vuelve iguales ante la ley a todos. Para darnos cuenta de esto, podemos citar un par de leyes que conllevan la misma acción, empero, al ser un individuo de clase alta quien daña a uno de clase inferior no recibe el mismo castigo que si dañara a alguno de su propia clase o mayor: “Si un señor ha roto el hueso de (otro) señor, se le romperá su hueso”, “Si ha reventado el ojo de un subalterno o ha roto el hueso de un subalterno, pesará una mina de plata”. Como mencionamos hace unas líneas, el fin del texto era asegurar la felicidad de las personas es impartir la justicia, por lo tanto, buscaba preservar y proteger la libertad subjetiva de los individuos.
El libro de los muertos, por su parte, es completamente diferente, pero tiene el mismo propósito: regular la conducta del hombre. Lo hace por otro medio, fundado en su creencia de la vida después de la muerte. La creencia  egipcia de la llegada a la Casa de los dos Maat[3], seguido por la declaración de inocencia ante el Gran Dios, y las 42 declaraciones de inocencia dirigidas a los otros 42 dioses también revelan el pensamiento que existía hacia los problemas filosóficos, el ejemplo más evidente es ¿qué es lo justo?. Las declaraciones de inocencia nos muestran todas las acciones que son deleznables para ellos, también que viven en una sociedad extremadamente compleja. La concepción de lo injusto es similar, el robo, la apropiación maliciosa de los recursos, el quitar el alimento. Se habla de una forma negativa, donde uno asegura el no haber cometido pecados ante los dioses omnisapientes, a quienes no se les puede engañar. La dinámica de la libertad subjetiva cambia con los egipcios, pues esta libertad es aún mayor, se puede resumir en que cada hombre era libre de hacer lo que él quisiere a lo largo de su vida, pero, si al morir, haciendo la declaración de inocencia ante el Gran Dios, siendo éste omnisapiente, se le encuentra en una mentira, se le niega el acceso al paraíso, esto provocaba el desarrollo de una conciencia capaz de hacer que cualquiera desistiese de hacerle mal a alguien. En el libro de los muertos, la justicia se hace al final de la vida, en Hammurabi, se hace en vida y en muerte (en caso de que alguno se haya escapado a la impartición de justicia). Esto vuelve perennes los preceptos éticos de la humanidad occidental, pues seguimos encontrándolos en nuestra cultura y textos jurídicos.
Mo Ti, pensador chino del siglo IV a.C., hace en su política del amor universal un tratado sumamente complejo y rico, pues trata problemas de filosofía política y sobre la moral. Para esto, también nos remite a una historia mítica, del inicio de los tiempos, en los que los grandes sabios de esos tiempos decidieron que alguien tenía que gobernar a un pueblo, esta persona tenía que ser sabia y justa para poder gobernar asertivamente, sin ejercer coerción sobre el pueblo: “Después que murieron los santos emperadores de las tres dinastías, el mundo perdió la justicia y los señores feudales inauguraron el gobierno de la fuerza y violencia”[4]. Asimismo, da una especie de guía que debería seguir aquel que quiera gobernar un pueblo, primeramente, promoviendo a aquellas personas que fueran mejores, esto quiere decir, que debía recaer la responsabilidad de gobernar en aquellos que mejor supieran discernir los justo de lo injusto. La concepción de justicia de Mo Ti, está basada en “lo que el Cielo quiere y lo que el Cielo no quiere”, diciendo que lo que el Cielo quiere, a grandes rasgos, es que cualquiera que posea, no sea mezquino, que no cometa atropellos y lo que no quiere es que el fuerte oprima al débil, que exista el despilfarro, que se pierda el tiempo en cosas sin importancia, aquel que sea sabio debe tener un pensamiento de unión y no de desunión, pues para él, la unión lleva a la justicia, a la piedad y por consiguiente al orden; la desunión, por el contrario, vuelve a unos contra otros, permite la injusticia, la impiedad y por consiguiente el desorden[5]. En otras palabras, habla de conducirse con respeto hacia cualquier persona, viéndola como si fuera uno mismo, y así, si uno no se dañaría a sí mismo, tampoco dañará al de frente, esto lo transporta a niveles de Estado, de familias y de vecindarios, es decir, en cualquier ámbito social, esto para él es el Amor Universal. Mo Ti ejemplifica e ilustra sus pensamientos con pasajes de la historia china, haciendo comparaciones de los gobiernos de ciertos emperadores y dinastías tiranas, en comparación a las sabias y justas.
En conclusión, sería incongruente decir que en las sociedades “arcaicas” y “primitivas” no se daba lo necesario para que existiera la filosofía; evidentemente existe, hay concepciones morales, éticas, políticas, artísticas[6] y sociales; pero están explicadas de distinta manera, están designadas por otros motivos y seres; es inaudito negar la condición ontológica del pensamiento filosófico arcaico, tan sólo por tener una presentación distinta, por no ser sistematizada como la del hombre moderno. Eliade explica que en este tipo de sociedades, se rigen por arquetipos[7] y repeticiones, que se dan precisamente en los tiempos de la creación del mundo según cada cultura, esto conlleva a que cada año en esa fecha, se da una regeneración, tanto de la naturaleza como de la humanidad, todo esto se da, en palabras de Eliade, in illo tempore. Esto libera a la humanidad del sufrimiento causado por la Historia[8] y le da la cualidad de creador[9], que en comparación al hombre moderno, quien, bajo la premisa de que no hay nada nuevo en la Historia[10], se impide a sí mismo esta libertad.  
 




[1] “Cuando Marduk me hubo encargado de administrar justicia a las gentes”. Código de Hammurabi, Pp. 6.
[2] “Difundí en el lenguaje del país la verdad y la justicia”. Ídem.
[3] Lugar donde, según los egipcios, se da el juicio final a cada una de las almas antes de pasar al paraíso.
[4]  Mo Ti, Política del Amor Universal, Pp. 111
[5] “Cuando reina la justicia, hay orden y cuando falta, reina el desorden.” Ibíd., Pp. 102
[6] Mo Ti reprobaba la música, arguyendo que únicamente distraía a la gente de sus objetivos principales.
[7] Eliade Mircea, Capitulo primero en El mito del eterno retorno.
[8] Eliade explica que para el ser arcaico, la historia es reversible, es cíclica y no lineal, que cualquier pecado puede ser redimido y así librarse del sufrimiento. Capítulo tercero, Ibíd.
[9] “La fe, en ese contexto, como asimismo en muchos otros, significa la emancipación absoluta de toda especie de “ley” natural, y por lo tanto la más alta libertad que el hombre pueda imaginar: la de poder intervenir en el estatuto ontológico mismo del Universo. Es, en consecuencia, una libertad creadora por excelencia.” Eliade Mircea, El mito del eterno retorno, Pp. 101, 102
[10] Hegel.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario