2.09.2014

Filosofía Griega


Tras la ruptura de Sócrates con los sofistas, inicia lo que se conoce como filosofía griega, la cual, trató temas tan diversos como lo era de compleja la sociedad griega. Se trató desde el lenguaje, la belleza, la erótica, el amor, hasta lo referente a la política.
Platón (427-347 a.C.) fue el principal discípulo de Sócrates, y se encargó de recopilar, de cierta forma, el trabajo filosófico de su mentor, el cual, complementó para dar vida a los Diálogos[1], donde encontramos su tratado político llamado La República o de lo justo.
La forma de filosofar de Platón está basada en la dialéctica, es decir, pensamientos a través de la palabra, con un método de preguntas y respuestas, planteando una premisa a la que le sigue una serie de silogismos válidos para llegar a una conclusión que, si bien se puede discutir que sea verdadera o no, se convierte en irrefutable para su interlocutor, pero no para Aristóteles, como más adelante veremos. Platón habla a través de Sócrates (en todos sus Diálogos él habla como si fuese Sócrates, indica el grado de respeto y, tal vez, veneración que a Sócrates tenía), con Glaucón, Polemarco, Trasímaco, Adimante, Céfalo y Clitofón; para tratar exhaustivamente sus ideas con respecto al Estado y cómo debería ser. De esta manera encontramos que su visión es, hasta cierto punto y anacrónicamente hablando, idealista; a eso se debe que, común y casi coloquialmente, cuando una persona es idealista o tiene un amor inalcanzable se le llame platónico a él y a su amor[2].
Empero, ¿de qué situaciones trata Platón en su República? Inicialmente debemos focalizar el punto central sobre lo que gira la obra, y es: lo justo, ¿qué es lo justo?
Así se emprende uno de los viajes más complicados para la filosofía, la humanidad, los juristas y políticos. Pero vayamos por partes. Podemos iniciar con una crítica a las nociones de justicia creadas por los sofistas. Céfalo, cree que la justicia es decir la verdad  y restituir a cada cual lo que de él se haya recibido[3], a lo cual Platón responde que si alguien después de haber confiado sus armas a un amigo, se las reclamase habiéndose vuelto loco, todo el mundo conviene en que no debería de devolvérselas, por lo tanto, en eso no se basaría la justicia[4]. Polemarco, hijo de Céfalo, expone lo que dice Simónides sobre la justicia que es “dar a cada cual aquello que se le debe”, lo cual, es aprobado por Polemarco. Platón, dice que, siguiendo la premisa inicial, el que es hábil para dar es igual de hábil para sustraer, siendo una clara burla a los sofistas y sus argucias, y se podría decir que es hacer bien a los amigos y mal a los enemigos volviendo a un hombre justo un pícaro[5], por lo tanto, Polemarco corrige que el hombre de bien sería el verdadero amigo y el malvado el verdadero enemigo. La justicia, según la premisa pasada, se complementaría y quedaría como hacer bien a los amigos y mal a los enemigos, si el amigo es honrado y el enemigo no lo es. Pero, si así fuera, si a los enemigos, que son los malvados, se les hace el mal, se volverán más malvados en la virtud que es propia del hombre y la justicia es la virtud propia del hombre[6]. Realmente, no es una conclusión propia de Platón, lo que hacer es encaminar a Polemarco a un callejón sin salida, para descartar que la idea de justicia de Simónides sea buena y que, al contrario, es propia de cualquier hombre rico y poderoso. Trasímaco, dice que la justicia es todo “aquello que es ventajoso para el más fuerte”[7], es decir, para los gobernantes, Platón lo rechaza argumentando que hasta los gobernantes se pueden equivocar y hacer leyes contrarias a sus intereses, por lo tanto, sería justo hacer lo que es nocivo para los más fuertes cuando dispongan de algo que va en contra de sus intereses[8] y que tanto el médico como el jefe de marineros buscan el bien, tanto suyo, como el de los que tienen a su cargo, respectivamente[9]; por lo tanto, si éstos buscaran únicamente lo que es provechoso para ellos, sería injusto para los súbditos. Así se puede entender que Platón no cree que la injusticia consumada sea más provechosa que la justicia, pues si la justicia es virtud, la injusticia sería vicio, ergo, si todos fuesen injustos, todos se querrían aventajar injustamente, no se podrían hacer ningún tipo de trabajo conjunto, pues se volverían los unos contra los otros. Así, si el músico es inteligente y hábil, y el no músico no lo es, no habría forma en que el no músico aventajara al músico en el arte de tañer la lira y soplar el aulos[10], por lo tanto, la justicia sería superior y más provechosa que la injusticia[11]. De esta manera, aunque no se determina lo que en esencia es la justicia, se puede notar que en primera instancia sería una virtud, la cual consiste en que cada quien haga lo que tiene que hacer con respecto de su oficio, es decir, que el carpintero no haga el trabajo del herrero, o el filósofo el trabajo del músico, pues no sabe hacerlo, lo hará mal y sería injusto para el cliente que le encargó tal o cual trabajo; y dar a cada quien lo que le corresponde.
Tras examinar la idea de justicia de Platón, podemos continuar con las características del Estado Platónico.
Para Platón, una Ciudad justa, al igual que el alma de un hombre justo (también se extiende para las mujeres justas como más adelante veremos), debe poseer prudencia, valor, templanza y justicia[12]. La prudencia sería tomar buenas decisiones[13]; el valor, ser valiente[14]; la templanza un freno a los placeres[15], siendo uno dueño de sí mismo; y la justicia lo antes referido.
Platón es un defensor de la igualdad. Argumenta que, dado que la naturaleza de algo se define sabiendo para qué está hecho ese algo, los varones y las mujeres son iguales, pues están hechos para las mismas cosas, por lo tanto, las virtudes y los vicios serían iguales para ambos. De esta forma, si todos tienen la misma naturaleza, todos son iguales y la propiedad sería común y no privada; de esta manera las disputas por intereses no existirían, pues la única diferencia entre hombres sería de su virtud particular y no de posesión dando como resultado que las luchas de intereses se suprimirían, pues para Platón son lo que debilita al Estado.
Para Platón todo mundo debe estar educado de la misma manera[16], con ejercicio de las virtudes, con educación en la música y la gimnasia.
Platón dice que los que deben gobernar son los filósofos, entendiéndose por ellos a los que buscan insaciablemente el conocimiento queriendo abarcarlo todo[17]. La belleza, el conocimiento, la verdad y las ideas se encuentran en el topos uranus, y llega allí a través de la razón. El topos uranus, es un mundo metafísico, es un mundo más allá del mundo.
Así, el que hace uso de la razón para acercarse a este mundo metafísico, es el filósofo, y como es quien tiene el conocimiento, tiene una responsabilidad pedagógica sobre la sociedad. Esto lo explica con la alegoría de la caverna[18], donde, a grandes rasgos, la humanidad está en una caverna atada de manos y cegada por vendas en los ojos, el que sale de la caverna es el iluminado, el que conoce y él tiene la responsabilidad de sacar a los demás de la caverna, por lo tanto él sería el Rey filósofo. El Rey Filósofo no es un erudito, pero es aquél que se acerca al bien.
Aristóteles (384-322 a.C.) fue el discípulo de Platón y maestro de Alejandro Magno. Él, básicamente y al contrario de Platón, no es idealista, no cree en la igualdad, ni en la propiedad común. Su método igualmente difiere del de Platón pues no es basado en un diálogo sino un monólogo donde él expone sus ideas.
Para Aristóteles el bien y la felicidad han sido asociados con el placer[19]. La virtud sería el intermedio entre el exceso y el defecto, es una actividad del alma de conformidad con la virtud perfecta[20]. La Ciencia Política es la ciencia soberana a la cual responden las demás, porque está encaminada al bien común y no al bien particular de cada ciencia[21]. Y la Ética va intrínsecamente ligada a la Política.
Para Aristóteles el todo es anterior a las partes[22], pues el Estado nace de una asociación de familias. Así, lo que diferencia al humano de los demás animales es que es un animal político, con una capacidad organizativa en cadenas de mando-obediencia[23] y la existencia de un lenguaje codificado que nos permite transmitir mensajes, como el lenguaje musical, un lenguaje codificado donde independientemente de que el receptor sepa o no el lenguaje musical, puede lograr entender un mensaje que es transmitido a través de sonidos organizados rítmica y armónicamente, interpretándolo con su sensibilidad, pero es tema que Aristóteles tratará en el libro VI de su Política y que, por el momento, no nos incumbe.
Fácilmente nos percatamos de que Aristóteles no es partidario de la igualdad, al momento de leer “los elementos de la economía doméstica son precisamente los de la familia que, para ser completa, ha de comprender esclavos y hombres libres[24]”, donde las mujeres se someten a los hombres, los hijos a los padres y los esclavos a los hombres libres, pues el que es esclavo de alguien es antes esclavo de sí mismo[25] y hay quienes tienen naturaleza de esclavos[26].
Aristóteles dice que la Ciudad (connotada también como Estado) es un conjunto de ciudadanos, y un ciudadano no sólo es aquél que tiene un domicilio, sino que puede ejercer un cargo público, exceptuando a los extranjeros, esclavos, viejos y jóvenes[27]. La ciudadanía es heredable, y el ciudadano debe tener un oficio particular que persiga el bien común. El mandatario tuvo primeramente que aprender a obedecer para aprender a mandar, y es el primero entre iguales, es el que vela por los intereses de todos (“todos”, son los iguales, los ciudadanos, con las excepciones planteadas anteriormente).
Con respecto a la propiedad privada, Aristóteles es defensor de ella, al contrario que Platón, pues debe haber intereses particulares entre los ciudadanos para que cada uno los persiga y lograr el bien común. El Estado estaría definido como una masa de hombres libres que posee todo lo preciso para satisfacer las necesidades de la existencia[28].
Aristóteles, habla de algunos puntos como la soberanía y la división del poder; hace exámenes a distintas constituciones y la teoría del reinado; cuestiones que no explica Platón y que merecen un estudio aparte a este trabajo.
Ambos nombran las diferentes formas de gobierno y sus corrupciones. Platón dice que si el gobierno es de una persona, es una monarquía y su corrupción es la tiranía; si el gobierno es de unos pocos es una aristocracia y la corrupción la oligarquía y si es de muchas personas es una república siendo su corrupción la democracia. Aristóteles enuncia las mismas formas de gobierno.
A modo de conclusión, creo que ambos buscaban al Estado perfecto sin tomar en cuenta que la perfección no existe, buscaban que se regulara la vida de todas las personas sin tomar en cuenta que uno mismo es el que se forma su propio destino. Hablan de las pasiones como si nunca las hubiesen practicado, “si Aristóteles hubiera guisado mucho más hubiera escrito[29]” y si se hubiera enamorado no hablaría de esa forma de las mujeres. Si no fuera por una mujer, Aristóteles nunca hubiera escrito la Ética Nicomaquea, pues es dirigida a su hijo Nicómaco, hablan de la música y la poesía como si nunca las hubiesen disfrutado ¿por qué controlar al Arte? tal vez su forma de mirar la política está basada en un sentimiento de frustración y por eso buscan establecer las formas de controlar la vida de los demás, y ¿no es eso en lo que se basa la política de todos los tiempos? ¿de qué sirve controlar a los demás? ¿qué sentimiento de felicidad o alegría es el que gana el que lo hace? ninguno, sólo poder. Platón sentó las bases de la filosofía como tal la conocemos, trató de muchísimos temas que siguen siendo tan vigentes hoy en día. Aristóteles, a pesar de todo lo anterior, sentó bases muy sólidas para estudiar la vergonzosa actividad política, tanto que siglos después sus teorías fueron pilares para la destrucción del Nuevo Mundo. Nos damos cuenta que la filosofía puede ser peligrosa en las manos equivocadas y que tal vez (sólo tal vez) ambos filósofos no hubieran conocido la belleza del vivir y dejar vivir, a pesar de haberse acercado tanto a la esencia de la vida humana.




[1] Platón, Diálogos. México, Porrúa, 1998, pp. 435-454, 494-587 y 602-619.
[2] Uno de ellos podría ser John Lennon, basta escuchar la letra de “Imagine”.
[3] Platón, op.cit., pp. 438.
[4] Ídem.
[5] Ibídem., pp. 440 y 441.
[6] Ídem.
[7] Ibídem., pp. 443.
[8] Ibídem., pp. 444.
[9] Ibídem., pp. 445 y 446.
[10] Ibídem., pp. 451
[11] Ibídem., pp. 453.
[12] Ibídem, pp. 500.
[13] Ídem.
[14] Ibídem, pp. 501.
[15] Ídem.
[16] Ibídem, pp. 512.
[17] Ibídem, pp. 529-530.
[18] Platón, “Libro VII” en op.cit., pp. 551-569.
[19] Aristóteles, Ética Nicomaquea, http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/767/2.pdf, pp. 6 y 10.
[20] Ibídem, pp. 30.
[21] Ibídem, pp. 8.
[22] Aristóteles, “Libro I” en La Política, http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/766/3.pdf, pp.  1.
[23] Ibídem, pp. 3.
[24] Ibídem, pp. 7. Incluso critica la idea de Platón de igualdad entre hombres y mujeres en el libro II de la Política. Dice que el Estado Platónico no es posible.
[26] Argumento usado por Juan Ginés de Sepúlveda en la controversia con Bartolomé de las Casas.
[27] Aristóteles, Política, http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/766/6.pdf, pp. 96 y 97.
[29] Véase Sor Juana Inés de la Cruz, Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz. También Carta Atenagórica.

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