Tras la ruptura de Sócrates con los sofistas, inicia
lo que se conoce como filosofía griega, la cual, trató temas tan diversos como
lo era de compleja la sociedad griega. Se trató desde el lenguaje, la belleza,
la erótica, el amor, hasta lo referente a la política.
Platón (427-347 a.C.) fue el principal
discípulo de Sócrates, y se encargó de recopilar, de cierta forma, el trabajo
filosófico de su mentor, el cual, complementó para dar vida a los Diálogos[1],
donde encontramos su tratado político llamado La República o de lo justo.
La forma de filosofar de Platón
está basada en la dialéctica, es decir, pensamientos a través de la palabra,
con un método de preguntas y respuestas, planteando una premisa a la que le
sigue una serie de silogismos válidos para llegar a una conclusión que, si bien
se puede discutir que sea verdadera o no, se convierte en irrefutable para su
interlocutor, pero no para Aristóteles, como más adelante veremos. Platón habla
a través de Sócrates (en todos sus Diálogos
él habla como si fuese Sócrates, indica el grado de respeto y, tal vez,
veneración que a Sócrates tenía), con Glaucón, Polemarco, Trasímaco, Adimante,
Céfalo y Clitofón; para tratar exhaustivamente sus ideas con respecto al Estado
y cómo debería ser. De esta manera encontramos que su visión es, hasta cierto
punto y anacrónicamente hablando, idealista; a eso se debe que, común y casi
coloquialmente, cuando una persona es idealista o tiene un amor inalcanzable se
le llame platónico a él y a su amor[2].
Empero, ¿de qué situaciones trata
Platón en su República? Inicialmente
debemos focalizar el punto central sobre lo que gira la obra, y es: lo justo,
¿qué es lo justo?
Así se emprende uno de los viajes
más complicados para la filosofía, la humanidad, los juristas y políticos. Pero
vayamos por partes. Podemos iniciar con una crítica a las nociones de justicia
creadas por los sofistas. Céfalo, cree que la justicia es decir la verdad y restituir a cada cual lo que de él se haya
recibido[3], a lo cual Platón responde
que si alguien después de haber confiado sus armas a un amigo, se las reclamase
habiéndose vuelto loco, todo el mundo conviene en que no debería de
devolvérselas, por lo tanto, en eso no se basaría la justicia[4]. Polemarco, hijo de
Céfalo, expone lo que dice Simónides sobre la justicia que es “dar a cada cual
aquello que se le debe”, lo cual, es aprobado por Polemarco. Platón, dice que,
siguiendo la premisa inicial, el que es hábil para dar es igual de hábil para
sustraer, siendo una clara burla a los sofistas y sus argucias, y se podría
decir que es hacer bien a los amigos y mal a los enemigos volviendo a un hombre
justo un pícaro[5],
por lo tanto, Polemarco corrige que el hombre de bien sería el verdadero amigo
y el malvado el verdadero enemigo. La justicia, según la premisa pasada, se
complementaría y quedaría como hacer bien a los amigos y mal a los enemigos, si
el amigo es honrado y el enemigo no lo es. Pero, si así fuera, si a los
enemigos, que son los malvados, se les hace el mal, se volverán más malvados en
la virtud que es propia del hombre y la justicia es la virtud propia del hombre[6]. Realmente, no es una
conclusión propia de Platón, lo que hacer es encaminar a Polemarco a un
callejón sin salida, para descartar que la idea de justicia de Simónides sea buena
y que, al contrario, es propia de cualquier hombre rico y poderoso. Trasímaco,
dice que la justicia es todo “aquello que es ventajoso para el más fuerte”[7], es decir, para los
gobernantes, Platón lo rechaza argumentando que hasta los gobernantes se pueden
equivocar y hacer leyes contrarias a sus intereses, por lo tanto, sería justo
hacer lo que es nocivo para los más fuertes cuando dispongan de algo que va en
contra de sus intereses[8] y que tanto el médico como
el jefe de marineros buscan el bien, tanto suyo, como el de los que tienen a su
cargo, respectivamente[9]; por lo tanto, si éstos
buscaran únicamente lo que es provechoso para ellos, sería injusto para los
súbditos. Así se puede entender que Platón no cree que la injusticia consumada
sea más provechosa que la justicia, pues si la justicia es virtud, la
injusticia sería vicio, ergo, si
todos fuesen injustos, todos se querrían aventajar injustamente, no se podrían
hacer ningún tipo de trabajo conjunto, pues se volverían los unos contra los
otros. Así, si el músico es inteligente y hábil, y el no músico no lo es, no
habría forma en que el no músico aventajara al músico en el arte de tañer la
lira y soplar el aulos[10],
por lo tanto, la justicia sería superior y más provechosa que la injusticia[11]. De esta manera, aunque
no se determina lo que en esencia es la justicia, se puede notar que en primera
instancia sería una virtud, la cual consiste en que cada quien haga lo que
tiene que hacer con respecto de su oficio, es decir, que el carpintero no haga
el trabajo del herrero, o el filósofo el trabajo del músico, pues no sabe
hacerlo, lo hará mal y sería injusto para el cliente que le encargó tal o cual
trabajo; y dar a cada quien lo que le corresponde.
Tras examinar la idea de justicia
de Platón, podemos continuar con las características del Estado Platónico.
Para Platón, una Ciudad justa, al
igual que el alma de un hombre justo (también se extiende para las mujeres
justas como más adelante veremos), debe poseer prudencia, valor, templanza y
justicia[12].
La prudencia sería tomar buenas decisiones[13]; el valor, ser valiente[14]; la templanza un freno a
los placeres[15],
siendo uno dueño de sí mismo; y la justicia lo antes referido.
Platón es un defensor de la
igualdad. Argumenta que, dado que la naturaleza de algo se define sabiendo para
qué está hecho ese algo, los varones y las mujeres son iguales, pues están
hechos para las mismas cosas, por lo tanto, las virtudes y los vicios serían
iguales para ambos. De esta forma, si todos tienen la misma naturaleza, todos
son iguales y la propiedad sería común y no privada; de esta manera las
disputas por intereses no existirían, pues la única diferencia entre hombres
sería de su virtud particular y no de posesión dando como resultado que las
luchas de intereses se suprimirían, pues para Platón son lo que debilita al
Estado.
Para Platón todo mundo debe estar
educado de la misma manera[16], con ejercicio de las
virtudes, con educación en la música y la gimnasia.
Platón dice que los que deben
gobernar son los filósofos, entendiéndose por ellos a los que buscan
insaciablemente el conocimiento queriendo abarcarlo todo[17]. La belleza, el
conocimiento, la verdad y las ideas se encuentran en el topos uranus, y llega allí a través de la razón. El topos uranus, es un mundo metafísico, es
un mundo más allá del mundo.
Así, el que hace uso de la razón
para acercarse a este mundo metafísico, es el filósofo, y como es quien tiene
el conocimiento, tiene una responsabilidad pedagógica sobre la sociedad. Esto
lo explica con la alegoría de la caverna[18], donde, a grandes rasgos,
la humanidad está en una caverna atada de manos y cegada por vendas en los
ojos, el que sale de la caverna es el iluminado, el que conoce y él tiene la
responsabilidad de sacar a los demás de la caverna, por lo tanto él sería el
Rey filósofo. El Rey Filósofo no es un erudito, pero es aquél que se acerca al
bien.
Aristóteles (384-322 a.C.) fue el
discípulo de Platón y maestro de Alejandro Magno. Él, básicamente y al
contrario de Platón, no es idealista, no cree en la igualdad, ni en la
propiedad común. Su método igualmente difiere del de Platón pues no es basado
en un diálogo sino un monólogo donde él expone sus ideas.
Para Aristóteles el bien y la
felicidad han sido asociados con el placer[19]. La virtud sería el
intermedio entre el exceso y el defecto, es una actividad del alma de
conformidad con la virtud perfecta[20]. La Ciencia Política es
la ciencia soberana a la cual responden las demás, porque está encaminada al
bien común y no al bien particular de cada ciencia[21]. Y la Ética va intrínsecamente
ligada a la Política.
Para Aristóteles el todo es
anterior a las partes[22], pues el Estado nace de
una asociación de familias. Así, lo que diferencia al humano de los demás
animales es que es un animal político, con una capacidad organizativa en
cadenas de mando-obediencia[23] y la existencia de un
lenguaje codificado que nos permite transmitir mensajes, como el lenguaje
musical, un lenguaje codificado donde independientemente de que el receptor
sepa o no el lenguaje musical, puede lograr entender un mensaje que es
transmitido a través de sonidos organizados rítmica y armónicamente,
interpretándolo con su sensibilidad, pero es tema que Aristóteles tratará en el
libro VI de su Política y que, por el
momento, no nos incumbe.
Fácilmente nos percatamos de que
Aristóteles no es partidario de la igualdad, al momento de leer “los elementos
de la economía doméstica son precisamente los de la familia que, para ser completa,
ha de comprender esclavos y hombres libres[24]”, donde las mujeres se
someten a los hombres, los hijos a los padres y los esclavos a los hombres
libres, pues el que es esclavo de alguien es antes esclavo de sí mismo[25] y hay quienes tienen
naturaleza de esclavos[26].
Aristóteles dice que la Ciudad
(connotada también como Estado) es un conjunto de ciudadanos, y un ciudadano no
sólo es aquél que tiene un domicilio, sino que puede ejercer un cargo público,
exceptuando a los extranjeros, esclavos, viejos y jóvenes[27]. La ciudadanía es
heredable, y el ciudadano debe tener un oficio particular que persiga el bien
común. El mandatario tuvo primeramente que aprender a obedecer para aprender a
mandar, y es el primero entre iguales, es el que vela por los intereses de todos (“todos”, son los iguales, los
ciudadanos, con las excepciones planteadas anteriormente).
Con respecto a la propiedad
privada, Aristóteles es defensor de ella, al contrario que Platón, pues debe
haber intereses particulares entre los ciudadanos para que cada uno los persiga
y lograr el bien común. El Estado estaría definido como una masa de hombres
libres que posee todo lo preciso para satisfacer las necesidades de la
existencia[28].
Aristóteles, habla de algunos
puntos como la soberanía y la división del poder; hace exámenes a distintas
constituciones y la teoría del reinado; cuestiones que no explica Platón y que
merecen un estudio aparte a este trabajo.
Ambos nombran las diferentes formas
de gobierno y sus corrupciones. Platón dice que si el gobierno es de una persona,
es una monarquía y su corrupción es la tiranía; si el gobierno es de unos pocos
es una aristocracia y la corrupción la oligarquía y si es de muchas personas es
una república siendo su corrupción la democracia. Aristóteles enuncia las
mismas formas de gobierno.
A modo de conclusión, creo que
ambos buscaban al Estado perfecto sin tomar en cuenta que la perfección no
existe, buscaban que se regulara la vida de todas las personas sin tomar en
cuenta que uno mismo es el que se forma su propio destino. Hablan de las
pasiones como si nunca las hubiesen practicado, “si Aristóteles hubiera guisado
mucho más hubiera escrito[29]” y si se hubiera
enamorado no hablaría de esa forma de las mujeres. Si no fuera por una mujer,
Aristóteles nunca hubiera escrito la Ética
Nicomaquea, pues es dirigida a su hijo Nicómaco, hablan de la música y la
poesía como si nunca las hubiesen disfrutado ¿por qué controlar al Arte? tal
vez su forma de mirar la política está basada en un sentimiento de frustración
y por eso buscan establecer las formas de controlar la vida de los demás, y ¿no
es eso en lo que se basa la política de todos los tiempos? ¿de qué sirve
controlar a los demás? ¿qué sentimiento de felicidad o alegría es el que gana
el que lo hace? ninguno, sólo poder. Platón sentó las bases de la filosofía
como tal la conocemos, trató de muchísimos temas que siguen siendo tan vigentes
hoy en día. Aristóteles, a pesar de todo lo anterior, sentó bases muy sólidas
para estudiar la vergonzosa actividad política, tanto que siglos después sus
teorías fueron pilares para la destrucción del Nuevo Mundo. Nos damos cuenta
que la filosofía puede ser peligrosa en las manos equivocadas y que tal vez
(sólo tal vez) ambos filósofos no hubieran conocido la belleza del vivir y
dejar vivir, a pesar de haberse acercado tanto a la esencia de la vida humana.
[1] Platón, Diálogos. México, Porrúa, 1998, pp. 435-454, 494-587 y 602-619.
[2] Uno de ellos podría ser John
Lennon, basta escuchar la letra de “Imagine”.
[3] Platón, op.cit., pp. 438.
[4] Ídem.
[5] Ibídem., pp. 440 y 441.
[6] Ídem.
[7] Ibídem., pp. 443.
[8] Ibídem., pp. 444.
[9] Ibídem., pp. 445 y 446.
[10] Ibídem., pp. 451
[11] Ibídem., pp. 453.
[12] Ibídem, pp. 500.
[13] Ídem.
[14] Ibídem, pp. 501.
[15] Ídem.
[16] Ibídem, pp. 512.
[17] Ibídem, pp. 529-530.
[18] Platón, “Libro VII” en op.cit., pp. 551-569.
[19] Aristóteles, Ética Nicomaquea, http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/767/2.pdf, pp. 6 y 10.
[20] Ibídem, pp. 30.
[21] Ibídem, pp. 8.
[22] Aristóteles, “Libro I” en La Política, http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/766/3.pdf, pp. 1.
[23] Ibídem, pp. 3.
[24] Ibídem, pp. 7. Incluso critica la idea de Platón de igualdad entre
hombres y mujeres en el libro II de la Política.
Dice que el Estado Platónico no es posible.
[25]Aristóteles, Política, http://edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/a/Aristoteles%20-%20Politica.pdf, pp. 12.
[26] Argumento usado por Juan
Ginés de Sepúlveda en la controversia con Bartolomé de las Casas.
[27] Aristóteles, Política, http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/766/6.pdf, pp. 96 y 97.
[28] Aristóteles, Política, http://edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/a/Aristoteles%20-%20Politica.pdf, pp.39.
[29] Véase Sor Juana Inés de la
Cruz, Respuesta de la poetisa a la muy
ilustre Sor Filotea de la Cruz. También Carta
Atenagórica.
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